La casina de la Torre

¡Ay, casina de la Torre,
cuántas historias escondes
entre esas cuatro paredes.
No quiero que el viento borre
las huellas de mis abuelos.

Isabel y Francisco fueron
los abuelos míos maternos
nacidos en los altos montes
donde los vientos eternos
azotan los horizontes
de nuestros pueriles sueños.
¡Ay, casina empinadina!
Que guardas aquellos leños
que padre cortara un día
cuando éramos pequeños.
¡Ay casina, ay casina!
Cuánto te tengo que amar.
Les vaquenes en el corral,
les trébeles en la cocina,
madre revolviendo fariña.
Les castañes explotando.
Los gallos a pura riña.
Y los niños al corro cantando.
Padre, vistiendo uniforme
con correaje de guerra,
una madre no conforme,
y nosotros en ceguera.
¡Ay casina y corredor!
Vestido con trenzas de oro
como te quiero y te adoro
que hasta amo al roedor
al que nadie tiene en estima
pero él se queda en la cocina
esa que yo, hoy abandono
marchándome a la Argentina.
¡Ay, casina, ay casina!,
en la torre empinadina.

Jesusa Fernández Junco de Leóz